Comentario
La toma de Izcuzan
Estando Cortés en Huacacholla, le dijeron que en Izcuzan, a cuatro leguas de allí, había gente de Culúa que lo amenazaba y que hacía daño a sus enemigos; fue allá, entró por la fuerza, lanzó fuera a los enemigos, unos por las puertas, y otros saltando por los adarves. Los siguió legua y media; prendió a muchos, y en fin, de seis mil que eran los que guardaban el pueblo, pocos escaparon de sus manos, y de un río que cerca de la ciudad pasa, en el cual se ahogaron muchos, por haberle cortado el puente para su seguridad y fortaleza. De los nuestros, los de a caballo pasaron pronto, mas los otros se detuvieron mucho. Ya Cortés tenía entonces ciento veinte mil combatientes, y más gente, que con la fama y victoria concurrían a su ejército desde muchas ciudades y provincias. Izcuzan es lugar de comercio, especialmente de fruta y algodón. Tiene tres mil casas, buenas calles, cien templos con cien torres, y una fortaleza en un cerrillo; lo demás está en llano. Pasa por allí un río que la rodea de grandes barrancos, en los cuales, y alrededor, hay una pared de piedra con su pretil, en donde tenían muchos ruejos. Cerca hay un buen valle, redondo, fértil y que se riega con acequias hechas a mano. El pueblo quedó desierto de gente y ropa, pues pensando defenderlo, se habían ido todos a lo alto y espeso de la sierra que está al lado. Los indios amigos de Cortés cogieron lo que encontraron, y él quemó los ídolos y hasta las torres. Soltó a dos presos para que fuesen a llamar al señor y vecinos, dándoles su palabra de no hacerles mal. Con esta seguridad, y porque todos deseaban volver a sus casas, pues los españoles no enojaban a quien se les entregaba, vinieron al tercer día algunos principales del pueblo a entregarse y a pedir perdón para todos. Cortés los perdonó y recibió; y así, al cabo de dos días estaba Izcuzan tan poblada como antes, y los presos sueltos; excepto que el señor no quiso venir, por temor, o por ser pariente del señor de México; y por esta causa hubo debate entre los de Izcuzan y los de Huacacholla sobre quién sería señor, pues los de Izcuzan querían que lo fuese un hijo bastardo de uno de sus señores que había matado Moctezuma. Los otros decían que fuese un nieto del ausentador, porque era hijo del señor de Huacacholla. En fin, Cortés interpuso su autoridad, y acordaron que fuese éste, y no el bastardo, por ser legítimo y pariente muy cercano de Moctezuma por vía de mujer; que como en otro lugar se dirá, es costumbre en esta tierra que hereden al padre los hijos que tiene en parientas de los reyes de México, aunque tengo otros mayores; y como era un niño de diez años, mandó Cortés que lo tuviesen, criasen y gobernasen dos caballeros de Izcuzan y uno de Huacacholla. Estando apaciguando esta diferencia y tierra, vinieron embajadores de ocho pueblos de la provincia de Claoxtomacan, que está a cuarenta leguas de allí, a ofrecer gente a Cortés y a entregársele, diciendo que no habían matado español ninguno ni tomado armas contra él. Era tanta su nombradía, que corría por muchas tierras, y todos los tenían por más que hombre; y así, le venían a porfía de muchas partidas embajadas; mas, porque no fueron tan importantes como ésta, no se cuentan.